Si bien no es un mundo abierto, el juego tiene ciertos toque de sandbox. Pasa por ser un juego alocado, divertido, donde cuatro soldados, con más miedo que vergüenza, matarán a todo soldado nazi que se cruce en su camino de formas, digamos, poco diplomáticas, además su objetivo será robarles todo el oro que puedan.
Es una buena idea, que sin embargo, no está del todo bien ejecutada porque la mecánica acaba siendo repetitita y nos retrotrae a épocas pasadas, cuando ciertos conceptos acerca de la jugabilidad ya los creíamos superados.